27 mar 2012

EL GUANDO


Las apariciones de este macabro espectáculo en la mayoría de las veces conmueve, no sólo por creer que en realidad llevan al difunto por ir los familiares acompañándolo, sino por el murmullo coral del rezo del Rosario y el Réquien por su alma.


Hace muchícimos años vivía un hombre muy avaro, incivil, terco y malgeniado, que no le gustaba hacer obras de caridad, ni se compadecía de las desgracias de su prójimo. Los pobres del campo acudían a él a implorar ayuda para sepultar a algún vecino, pero contestaba que él no tenía obligación con nadie y que tampoco iba a cargar un mortecino. Que les advertía, que cuando él se muriese, lo echaran al río o lo botaran a un zanjón donde los gallinazos cargaran con él.

Por fin se murió el desalmado, solo y sin consuelo de una oración. Los vecinos que eran de buen corazón, se reunieron y aportaron los gastos del entierro. Construyeron la camilla y cuando lo fueron a levantar casi no pueden por el peso tan extremado. Convinieron en hacer relevos cada cuadra, a fin de no fatigarse durante el largo camino al pueblo. Al pasar el puente de madera, sobre el río, su peso aumentó considerablemente, se les zafó de las manos y el golpe sobre la madera fue tan fuerte que partió el puente y el muerto cayó a las enfurecidas aguas que se lo tragaron en un instante.

Al momento los hombres acompañantes bajaron a la corriente y buscaron detenidamente pero no lo hallaron ni a él ni al andamio. Lo que sí ha quedado por el mundo es su aparición fantasmagórica que atormenta a los vivos, haciendo estremecer al más valiente con el ruido de los lazos sobre la madera en un continuo y rechinante "chiqui, chiqui, chiquicha...".

Sus apariciones más seguras se verifican en la víspera de los difuntos, o sea en las fiestas de las Animas; en los lugares aledaños a los cementerios, causando gran pavor a la tétrica procesión, portando sus acompañantes coronas, cirios y rezando en voz alta: de vez en cuando se oye una voz cavernosa e imperativa que dice: "meta el hombro compañero... ".

LA MANCARITA

Dicen que la Mancarita es mujer salvaje que imita la voz del hombre y el llanto de los niños para engañar y atraer a la gente, y llevársela donde nadie puede saberlo, regularmente anda de noche y en la espesura de los bosques. Los campesinos describen la Mancarita como una especie de mujer salvaje, de cabellera larga y desgreñada, y de un solo seno en la mitad del pecho; de cuerpo peludo como el de los animales selváticos y los pies vueltos hacia atrás. 
A la Mancarita le gusta acercarse a las viviendas humanas. Por la noche se la oye gritar en tono lúgubre y prolongadamente. Algunos afirman que es tímida y huye apenas percibe algún ruido de gente o de perros; otros afirman que se roba a los niños y aún a los hombres. 
Los Santandereanos creen que existió una Rita manca que distraía a las gentes inventando cuentos, haciendo chismes y atizando discordias. Esta manca se dedicó a vagar los montes como un salvaje, creciéndole los cabellos y las uñas de un modo extraordinario comía raíces y frutas silvestres y huía velozmente a la vista de la gente. Tan solo de lejos se percibían sus alaridos, que eran una extraña mezcla de llanto de mujer y aullidos de perro en pena. Por la noche, cuando la oscuridad era intensa, la Mancarita se convertía en el terror de los desolados caminos, con su horroroso grito que helaba la sangre a los viajeros. La Mancarita, según la creencia de muchas gentes, influye en los chismes de la gente, enredando cuentos y haciendo profundizar las discordias. Es la deidad chismosa de nuestros campesinos.  

LA CUEVA DE MIL PESOS



“Otra de las leyendas alucinantes conocida por los salazareños es la referente a la cueva de mil pesos. Está situada en la Vereda La Loma y, con morbosa afirmación, se dice que los Viernes Santos a las tres de la tarde se abre y los tesoros inmensos que guarda en sus entrañas brotan por encanto y salen a la superficie para la contemplación de las gentes. Toda esta leyenda se ha venido transmitiendo de boca en boca y de generación en generación.
Se asegura que la cueva es de una profundidad inmensa. En el año 1908 una expedición encabezada por don Rogelio Vergel, provista de lámparas herramientas y armas de toda especie logró penetrar unos cien metros, venciendo graves dificultades y luchando contra culebras, murciélagos y arañas que abundaban por todas partes. La expedición dejó como recuerdo de esa hazaña una placa que dice: Rogelio Vergel y otros 1908. Afirmaron los de la expedición que habían encontrado cavidades y bóvedas indígenas, numerosas habitaciones de piedra y un salón con jeroglíficos.
Posteriormente, en el año de 1934 otra excursión integrada por varios jóvenes del pueblo entre quienes recordamos a Rafael Escalante, Rafael Vergel, Fernando Andrade, Gilberto Guerrero (patetranca) y otros, también penetraron en ella y alcanzaron a llegar al sitio donde estaba la placa de la expedición de don Rogelio Vergel.
Afirmaron que la boca de la cueva se había angostado, tal vez la misma naturaleza se había encargado de ello. Dejaron también en las paredes sus nombres como recuerdo de la proeza por ellos realizada.
Hay quienes afirman que son viejos socavones de una antigua mina de oro explotada por los españoles en la época de la Colonia. Según algunos historiadores, entre ellos el doctor Luis Miguel Marciales Torres, es esta la célebre mina Mil Pesos que fue descubierta por los primeros moradores de Salazar de las Palmas y que ayudó a sostener la vida, desde un principio muy precaria, de los habitantes que se hallaban rodeados por los belicosos motilones y muy distantes de Ocaña y San Cristóbal.

EL ARBOL DE LA VIDA


Un árbol tan alto, tan alto que su copa traspasaba las nubes y tocaba el cielo, y tan grueso, tan grueso, que cincuenta hombres no eran capaces de abrazarlo y empezaron a empujarlo y lo empujaron con tanta fuerza, que cuando el árbol cayó la tierra se estremeció y de las entrañas del árbol brotó agua y fue así como nacieron los ríos Catatumbo y de Oro, los mares y los océanos y sus aguas ahogaron a muchos hombres del color de la ceniza, los que no pudieron traspasar esas aguas para traer más odio, ambición y guerra, tuvieron que pedirle perdón al indígena Barí quien fue muchas madrugadas al río Catatumbo a lavar su corazón del odio y del rencor, para poder perdonar al hombre del color de la ceniza. Por eso los indígenas nos miran sin odio y sin rencor pero si con desconfianza

LA BARBACOA


Hace muchos años cuando la Hacienda Burguá pertenecía al clan Higuera, ilustres personas distinguidas, uno de los mayordomos narraba esta leyenda. “Siguiendo el camino real que del puente del Frayle subía a la colmenita, de ahí se bajaba a puente de tabla, luego pasaba por Pinchote, vega Rica, después de la Chinela sobre la Cañada Carbonal no había ningún puente y el camino era estrecho, rodeado de maleza.
Aunque fuera de día daba miedo pasar, una Barbacoa que aparecía atravesada en el estrecho sendero consternaba y acobardaba a los más berracos.
Uno de los patroncitos que por cierto era mujeriego viajaba a caballo desde el cerrito y en una de aquellas tenebrosas y tétricas noches cuando pasaba la cañada el caballo se detuvo en seco, un perrito guardián que siempre lo acompañaba temblaba y aullaba debajo de la bestia, motivos suficientes para que el apuesto caballero se incorporara de tan tremenda borrachera que llevaba, un murmullo de ultratumba y unas manos yertas lo agarraban y lo abatanaban en el pozo. Ya por la madrugada, preocupados porque el patrón no había llegado, uno de los cuidanderos salió en su búsqueda y la sorpresa fue terrible al llegar a aquél sitio y ver al caballo sin jinete y al perrito escondido. Siguiendo el rastro encontró a su estimado patrón tan pálido como un difunto, los dientes trabados y maltratado todo su cuerpo Poco a poco, a medida qué rayaba el sol y con la ayuda de botellas de agua caliente reaccionó favorablemente; seguidamente le hicieron masajes, flexiones de los músculos y ya lúcido lo llevaron a la casa de la hacienda; allí fue dónde narró la terrible pesadilla de la noche anterior.
Este suceso trascendió preocupantemente a las cuatro familias de la vereda y se divulgó rápidamente; hay quienes no se atreven a transitar por allí en altas horas de la noche.

21 mar 2012

EL SOMBRERON

 

Se trata de un personaje que vivió en épocas pretéritas en diferentes pueblos. Era un enigmático hombre que vestía de negro y se ponía un gran sombrero del mismo color, montaba un brioso caballo también negro que se confundía con la noche, no hablaba con nadie y a nadie le hacía daño; aparecía y desaparecía como por encanto.
El anciano se le encontraba en las orillas del camino y aunque ya murió, la gente sigue sintiendo su presencia. Físicamente se le describe como un hombre maduro, con un sombrero grande, bien vestido, de rostro sombrío y en actitud de observación permanente. Las personas que lo han visto aseguran que lo acompañan dos enormes perros negros cogidos por gruesas cadenas.

Los trasnochadores que lo han visto o a quienes se les ha presentado, dicen ver la figura que les sale al camino, los hace correr y les va gritando "SI TE ALCANZO TE LO PONGO", siempre persigue a los borrachos, a los peleadores, a los trasnochadores y los jugadores tramposos y empedernidos. Aprovecha los sitios solitarios. En noches de luna es fácil confundirlo con las sombras que proyectan las ramas y los arbustos. Llega siempre de noche a todo galope, acompañado de un fuerte viento helado y desaparece rápidamente.

Hay crónicas también de sus andanzas por pueblos del suroeste como Andes, Bolívar y Jardín y por los poblados a orillas de los ríos San Juan y Baudó. En otras regiones colombianas como el Tolima, el Huila y al oriente del Valle del Cauca, se le denomina como El Jinete Negro y se le describe en forma muy similar a como se ha descrito aquí.

Por el suroeste antioqueño, lo mencionan también como "El Jinete sin Zamarros", y se le describe con ligeras variantes. Le atribuyen distintas formas de presentación, la más frecuente de las cuales es la de un hombre alto y corpulento, enlutado, que termina en una calavera, ornada con un negro sombrero de anchas alas.

LA ÁNIMA SOLA


Es una creencia que está todavía muy arraigada en la masa campesina. Su devoción data desde los primeros colonizadores. La representan como una mujer que padece tormentos en el purgatorio y recorre los caminos con las manos atadas con cadenas.
La leyenda que corre de boca en boca no se parece en nada a la citada en la Sagrada Escritura en relación con la "sed de Cristo".

Dicen que en Jerusalén tenían mujeres destinadas a darles de beber a los que sacrificaban en la cruz. La tarde del Viernes Santo le tocó subir al Calvario a una joven: Celestina Abnegada. Del ánfora dio a beber a Dimas y a Gesta, los dos ladrones que acompañaban a Jesús. Al salvador lo despreció y por eso Él la condenó a sufrir la sed y el calor constante de las llamas del Purgatorio.

LA CANDILEJA

 

La Candileja es una bola ígnea de tres hachones o luminarias, con brazos como tentáculos chisporroteantes de un rojo candela, que produce ruido de tiestos rotos. Persigue a borrachos, infieles y a padres de familia irresponsables y blandengues. Asusta también a los viajeros que transitan en horas avanzadas de la noche. Los abuelos y tatarabuelos, en hogares de familias numerosas, cuentan esta leyenda una y otra vez para escarmiento o como lección moral a sus hijos y nietos.
Según cuentan hace muchísimos años había una anciana que tenia dos nietos a quienes consentía demasiado, tolerándoles hasta las más extrañas ocurrencias, groserías y desenfrenos. Las infantiles ocurrencias llegaron hasta exigirle a la viejita que hiciera el papel de bestia de carga para ensillarla y luego montarla entre los dos; la abuela accedió en el acto para la felicidad de sus dos nietos, quienes anduvieron por toda la casa como sobre el más manso cuadrúpedo. Cuando murió la anciana, San Pedro la recriminó por la falta de rigidez en la educación de sus dos pimpollos y la condenó a purgar sus penas en este mundo entre tres llamaradas de candela que significan: el cuerpo de la anciana y el de los dos nietos.

LA LLORONA

 
La llorona convertida en el espíritu vagabundo de una mujer que lleva un niño en el cuadril, hace alusión a su nombre porque vaga llorando por los caminos. Se dice que nunca se le ve la cara y llora de vergüenza y arrepentimiento por lo que hizo a su familia.
Quienes le han visto dicen que es una mujer revuelta y enlodada, ojos rojizos, vestidos sucios y deshilachados. Lleva entre sus brazos un bultico como de niño recién nacido. No hace mal a la gente, pero causan terror sus quejas y alaridos gritando a su hijo.

Las apariciones se verifican en lugares solitarios, desde las ocho de la noche, hasta las cinco de la mañana. Sus sitios preferidos son las quebradas, lagunas y charcos profundos, donde se oye el chapaleo y los ayes lastimeros. Se les aparece a los hombres infieles, a los perversos, a los borrachos, a los jugadores y en fin, a todo ser que ande urdiendo maldades.

Dice la tradición que la llorona reclama de las personas ayuda para cargar al niño; al recibirlo se libra del castigo convirtiéndose en la llorona la persona que lo ha recibido. Otras eversiones dicen que es el espíritu de una mujer que mató por celos a la mamá y prendió fuego a la casa con su progenitora dentro, recibiendo de ésta, en el momento de agonizar la maldición que la condenara: "Andarás sin Dios y sin santa María, persiguiendo a los hombres por los caminos del llano".

Durante la guerra civil, se estableció en la Villa de las Palmas o Purificación, un Comando General, donde concentraban gentes de distintas partes del país.

Uno de sus capitanes, de conducta poco recomendable y que encontraba en la guerra una aventura divertida para desahogar su pasado luctuoso de asalto y crimen, se instaló con su esposa en esta villa, que al poco tiempo abandonó para seguir en la lucha.

Su afligida y abandonada mujer se dedicó a la modistería para no morir de hambre mientras su marido volvía y terminaba la guerra.

Al correr del tiempo las gentes hicieron circular la noticia de la muerte del capitán y la pobre señora guardó luto riguroso hasta que se le presentó un soldado que formaba parte del batallón de reclutas que venían de la capital hacia el sur, pero que por circunstancias especiales, debía demorar en aquella localidad algunas semanas.

La viuda convencida de las aseveraciones sobre la muerte de su marido, creyó encontrar en aquel nuevo amor un lenitivo para su pena, aceptó al joven e intimó con él.

Los días de locura pasional pasaron veloces y nuevamente la costurera quedó saboreando el abandono, la soledad, la pobreza y sorbiéndose las lágrimas por la ausencia de su amado.

Aquella aventurera dejó huellas imborrables en la atribulada mujer, porque a los pocos días sintió palpitar en sus entrañas el fruto de su amor.

El tiempo transcurría sin tener noticias de su amado. La añoranza se tornaba tierna al comprobar que se cumplían las nueve lunas de su gestación.

Un batallón de combatientes regresaba del sur el mismo día que la costurera daba a luz un niño flacuchento y pálido. Aquel cartucho silencioso y pobre se alegró con el llanto del pequeñín.

Al atardecer de aquel mismo día, llegó corriendo a su casa una vecina amiga, a informarle que su esposo el capitán, no había muerto, porque sin temor a equivocarse, lo acababa de ver entre el cuerpo de tropa que arribaba al campamento.

En tan importuno momento, esa noticia era como para desfallecer, no por el caso que pocas horas antes había soportado, como por el agotamiento físico en que se encontraba. Miles de pensamientos fluían a su mente febril. Se levanto decidida de su cama. Se colocó un ropón deshilachado, sobre sus hombros, cogió al recién nacido, lo abrigó bien, le agarró fuertemente contra su pecho creyendo que se lo arrebatarían y sin cerrar la puerta abandonó la choza, corriendo con dificultad. Se encaminó por el sendero oscuro bordeado de arbusto y protegida por el manto negro de la noche.

Gruesas gotas de lluvia empezaron a caer, seguía corriendo, los nubarrones eran más densos, la tempestad se desato con más furia. La luz de los relámpagos le iluminaba el camino. La naturaleza sacudía con estertores de muerte. La demente lloraba. Los arroyos crecieron, se desbordaron. Al terminar la vereda encontró el primer riachuelo, pero ya la mujer no veía. Penetró a la corriente impetuosa que la arrolló rápidamente. Las aguas bramaron. En sus estrepitosos rugidos parecía percibirse el lamento de una mujer.


LAGUNA NEGRA MOJICONE



Es costumbre del país pagar penitencia en Chiquinquirá en semana Santa por lo que viaja cientos de Kilómetros de herraduras, cuando no había carretera;  viajaban familias enteras en caravana. En una de estas caravanas un joven cansado se quedó  en el  camino y se 
sentó a descansar en un valle cubierto de nubes.  El viento despejó las nubes y 
vio que abajo había un pueblo en fiesta, y bajó a pedir posada. Cuando llegó 
noto que era una gran casa y en el techo había un balde lleno de agua y 
piedras. 
Lo invitaron a pasar y había mucha comida, bebida y mujeres lindas, la jefe de 
ellas, que a toda hora fumaba tabaco, se le acabó y el  joven le brindó uno 
nuevo, le dieron de comer y le dieron alojamiento, con la condición  que no se 
quedará con ninguna niña y si no se quedaría de por vida.  El balde era para 
atajar las piedras que niños lanzaban al techo agujerado, los cuales serían 
castigados; tenía que irse antes del tercer canto del gallo, a las 4:00 de la 
mañana sin despertar a nadie. 
El joven se quedó dormido.  Cantó el gallo pro primera vez, pero se despertó y 
no se levantó, cantó por segunda vez y recordó el compromiso por lo que salió 
rápido y silenciosamente y subió la montaña, de la prisa subió cansado y se 
sentó, cuando vio que una gran nube   cubrió la casa, al tercer canto del gallo, 
la nube desapareció y notó que a sus pies había  una gran laguna por lo que 
asustado corrió a alcanzar la caravana y nunca más volvió. 
La dueña de la casa de la laguna, baja de vez en cuando al pueblo y pasa 
fumando tabaco, no olvide brindarle uno, si no le cae  la maldición.  Ella bajaba 
a advertir que no siguieran tirando piedra a la casa cuando iban a la laguna, si 
no una gran avalancha les vendría;  si le da tabaco o  chocolate ella saca de la 
mochila granos de oro y los da a cambio. 
En uno de sus viajes llegó cansada a una casa campesina.  Allí vivía sola una 
mujer avara y malgeniada.  Le pidió tabaco y no le dio, le pidió chocolate y le 
dio agua panela y le pidió posada y le dijo que no  molestara, que no daba 
posada a mendigos.  Luego la señora avara sacó maíz picado y les echo a las 
gallinas.  El hada reclamó que porque daba mal alimento a estos seres, la 
señora se ofendió y le dijo que la dejara en paz.  Ofendida el hada sacó granos 
de oro en forma de maíz y los lanzó a las gallinas.  La dueña de la casa fue a la 
cocina a buscar una olla para recoger el oro y el hada la llamo y le dijo.  Por su 
avaricia si recoge el oro y no lo deja comer de las gallinas, una avalancha se 
llevara media finca y acabará con sus cultivos.  A los tres días la señora le dijo.  
Cuando la señora avara llegó con la olla de comer, la avaricia de aquella llegó 
a ser tan mortal, que mato a todas las gallinas para sacarles el oro.  A los tres 
días paso la maldición, ella enloqueció y se fue


19 mar 2012

LA PATA SOLA


Habita entre la maraña espesa de la selva virgen, en las cumbres de la llanura. Con la única pata que tiene avanza con rapidez asombrosa. Es el endriago más temido por colonos, mineros, cazadores, caminantes, agricultores y leñadores.
Algunos aventureros dicen que es una mujer bellísima que los llama y los atrae para enamorarlos, pero avanza hacía la oscuridad del bosque a donde los va conduciendo con sus miradas lascivas, hasta transformarse en una mujer horrible con ojos de fuego, boca desproporcionada de donde asoman unos dientes de felino y una cabellera corta y despeinada que cae sobre el rostro para ocultar su fealdad.

En otras ocasiones, oyen los lamentos de una mujer extraviada; la gritan para auxiliarla, pero los quejidos van tornándose más lastimeros a medida que avanza hacia la víctima y cuando ya está muy cerca, se convierte en una fiera que se lanza sobre la persona, le chupa la sangre y termina triturándola con sus agudos colmillos.

La defensa de cualquier persona que la vea, consiste en rodearse de animales domésticos, aunque advierten que le superan los perros, calificándolos a todos como animales "benditos".

Se dice que este personaje fue inventado por los hombres celosos para asustar a sus esposas infieles, infundirles terror y al mismo tiempo, reconocer las bondades de la selva. Cuentan que en cierta región del Tolima Grande, un arrendatario tenía como esposa una mujer muy linda y en ella tuvo tres hijos.

El dueño de la hacienda deseaba conseguirse una consorte y llamó a uno de los vaqueros de más confianza para decirle: "...vete a la quebrada y escoje entre las lavanderas la mejor; luego me dices quién es y cómo es...". El hombre se fue, las observó a todas detenidamente, al instante distinguió a la esposa de un vaquero compañero y amigo, que fuera de ser la más joven, era la más hermosa. El vaquero regresó a darle al patrón la filiación y demás datos sobre la mejor.

Cuando llegó el tiempo de las "vaquerías", el esposo de la bella relató al vaquero emisario sus tristezas, se quejó de su esposa, pues la notaba fría, menos cariñosa y ya no le arreglaba la ropa con la misma asiduidad de antes; vivía de mal genio, era déspota desde hacía algunos días hasta la fecha. Le confesó que le provocaba irse lejos, pero le daba pesar con sus hijitos.

El vaquero sabedor del secreto, compadecido de la situación de su amigo, le contó lo del patrón, advirtiendo no tener él ninguna culpabilidad.

El entristecido y traicionado esposo le dio las gracias a su compañero por su franqueza y se fue a cavilar a solas sobre el asunto y se decía: "...si yo pudiera convencerme de que mi mujer me engaña con el patrón, que me perdone Dios, porque no respondo de lo que suceda...". Luego planeó una prueba y se dirigió a su vivienda. Allí le contó a su esposa que se iba para el pueblo porque su patrón lo mandaba por la correspondencia; que no regresaba esa noche. Se despidió de beso y acarició a sus hijos. A galope tendido salió por diversos lugares para matar el tiempo. Llegó a la cantina y apuró unos tragos de aguardiente. A eso de las nueve de la noche se fue a pie por entre el monte y los deshechos a espiar a su mujer.

Serían ya como las diez de la noche, cuando la mujer, viendo que el marido no llegaba, se fue para la hacienda en busca de su patrón. El marido, cuando vio que la mujer se dirigía por el camino que va al hato, salió del escondite, llegó a la casa, encontró a los niños dormidos y se acostó. Como a la madrugada llegó la infiel muy tranquila y serena. El esposo le dijo: De donde vienes?. Ella con desenfado le contestó: de lavar unas ropitas. De noche???, corto el marido.

A los pocos días, el burlado esposo inventó un nuevo viaje. Montó en su caballo, dio varias vueltas por un potrero y luego lo guardó en una pesebrera vecina. Ya de noche, se vino a pie para esconderse en la platanera que quedaba frente a su rancho. Esa noche la mujer no salió pero llegó el patrón a visitarla. Cuando el rico hacendado llegó a la puerta, la mujer salió a recibirlo y se arrojó en sus brazos besándolo y acariciándolo.

El enfurecido esposo que estaba viendo todo, brincó con la peinilla en alto y sin dar tiempo al enamorado de librarse del lance, le cortó la cabeza de un solo machetazo. La mujer, entre sorprendida y horrorizada quiso salir huyendo, pero el energúmeno marido le asestó tremendo peinillazo al cuadril que le bajo la pierna como si fuera la rama de un árbol. Ambos murieron casi a la misma hora.Al vaquero le sentenciaron a cárcel, pero cuando salió al poco tiempo, volvió por los tres muchachitos y le prendió fuego a la casa.

Las personas aseguran haberla visto saltando en una sola pata, por sierras, cañadas y caminos, destilando sangre y lanzando gritos lastimeros. Es el alma en pena de la mujer infiel que vaga por montes, valles y llanuras, que deshonró a sus hijos y no supo respetar a su esposo.