Un árbol tan alto, tan alto que su
copa traspasaba las nubes y tocaba el cielo, y tan grueso, tan grueso, que
cincuenta hombres no eran capaces de abrazarlo y empezaron a empujarlo y lo
empujaron con tanta fuerza, que cuando el árbol cayó la tierra se estremeció y
de las entrañas del árbol brotó agua y fue así como nacieron los ríos Catatumbo
y de Oro, los mares y los océanos y sus aguas ahogaron a muchos hombres del
color de la ceniza, los que no pudieron traspasar esas aguas para traer más
odio, ambición y guerra, tuvieron que pedirle perdón al indígena Barí quien fue
muchas madrugadas al río Catatumbo a lavar su corazón del odio y del rencor,
para poder perdonar al hombre del color de la ceniza. Por eso los indígenas nos miran sin odio
y sin rencor pero si con desconfianza
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