27 mar 2012

LA CUEVA DE MIL PESOS



“Otra de las leyendas alucinantes conocida por los salazareños es la referente a la cueva de mil pesos. Está situada en la Vereda La Loma y, con morbosa afirmación, se dice que los Viernes Santos a las tres de la tarde se abre y los tesoros inmensos que guarda en sus entrañas brotan por encanto y salen a la superficie para la contemplación de las gentes. Toda esta leyenda se ha venido transmitiendo de boca en boca y de generación en generación.
Se asegura que la cueva es de una profundidad inmensa. En el año 1908 una expedición encabezada por don Rogelio Vergel, provista de lámparas herramientas y armas de toda especie logró penetrar unos cien metros, venciendo graves dificultades y luchando contra culebras, murciélagos y arañas que abundaban por todas partes. La expedición dejó como recuerdo de esa hazaña una placa que dice: Rogelio Vergel y otros 1908. Afirmaron los de la expedición que habían encontrado cavidades y bóvedas indígenas, numerosas habitaciones de piedra y un salón con jeroglíficos.
Posteriormente, en el año de 1934 otra excursión integrada por varios jóvenes del pueblo entre quienes recordamos a Rafael Escalante, Rafael Vergel, Fernando Andrade, Gilberto Guerrero (patetranca) y otros, también penetraron en ella y alcanzaron a llegar al sitio donde estaba la placa de la expedición de don Rogelio Vergel.
Afirmaron que la boca de la cueva se había angostado, tal vez la misma naturaleza se había encargado de ello. Dejaron también en las paredes sus nombres como recuerdo de la proeza por ellos realizada.
Hay quienes afirman que son viejos socavones de una antigua mina de oro explotada por los españoles en la época de la Colonia. Según algunos historiadores, entre ellos el doctor Luis Miguel Marciales Torres, es esta la célebre mina Mil Pesos que fue descubierta por los primeros moradores de Salazar de las Palmas y que ayudó a sostener la vida, desde un principio muy precaria, de los habitantes que se hallaban rodeados por los belicosos motilones y muy distantes de Ocaña y San Cristóbal.

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