Hace muchos años
cuando la Hacienda Burguá pertenecía al clan Higuera, ilustres personas
distinguidas, uno de los mayordomos narraba esta leyenda. “Siguiendo el camino
real que del puente del Frayle subía a la colmenita, de ahí se bajaba a puente
de tabla, luego pasaba por Pinchote, vega Rica, después de la Chinela sobre la
Cañada Carbonal no había ningún puente y el camino era estrecho, rodeado de
maleza.
Aunque fuera de
día daba miedo pasar, una Barbacoa que aparecía atravesada en el estrecho
sendero consternaba y acobardaba a los más berracos.
Uno de los
patroncitos que por cierto era mujeriego viajaba a caballo desde el cerrito y en
una de aquellas tenebrosas y tétricas noches cuando pasaba la cañada el caballo
se detuvo en seco, un perrito guardián que siempre lo acompañaba temblaba y
aullaba debajo de la bestia, motivos suficientes para que el apuesto caballero
se incorporara de tan tremenda borrachera que llevaba, un murmullo de ultratumba
y unas manos yertas lo agarraban y lo abatanaban en el pozo. Ya por la
madrugada, preocupados porque el patrón no había llegado, uno de los cuidanderos
salió en su búsqueda y la sorpresa fue terrible al llegar a aquél sitio y ver al
caballo sin jinete y al perrito escondido. Siguiendo el rastro encontró a su
estimado patrón tan pálido como un difunto, los dientes trabados y maltratado
todo su cuerpo Poco a poco, a medida qué rayaba el sol y con la ayuda de
botellas de agua caliente reaccionó favorablemente; seguidamente le hicieron
masajes, flexiones de los músculos y ya lúcido lo llevaron a la casa de la
hacienda; allí fue dónde narró la terrible pesadilla de la noche
anterior.
Este suceso
trascendió preocupantemente a las cuatro familias de la vereda y se divulgó
rápidamente; hay quienes no se atreven a transitar por allí en altas horas de la
noche.
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